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Habitación 415


¿Me permite una tarjeta de crédito como garantía para los extras?”

Ni yo mismo me puedo creer lo monótona, distante y mecánica que suena mi voz cada vez que tengo que repetir las mismas frases en los mismos contextos.

¿Quiere una llamada de despertador para mañana?”

Me pregunto ¿qué demonios hago yo aquí haciendo esto noche tras noche? respuesta fácil: ganar dinerillo.

Esta es su llave. Su habitación está en el cuarto piso, a mano derecha”

Bien mirado, el trabajo no es excesivamente agobiante, me permite tocarme las pelotas unas cuantas horas cada noche y no hay ni jefes ni muchos clientes que me den la paliza.

Espero que disfrute de su estancia”

Dios, cómo me aburre mi trabajo.

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Una noche es una noche, hasta ahí todo bien; lo malo es cuando intentas diferenciar una de otra. A menos que haya algo de peso que la diferencie del resto, su localización temporal exacta se va con la luz del sol.

Por ejemplo, pasados los dos primeros meses en el turno de noche de un tranquilo hotel de cuatro estrellas del centro de Barcelona, cuando ya se han desvanecido los últimos resquicios de novedad y excitación por un nuevo trabajo, la monotonía empieza a reinar sin oposición. Después de seis meses todo te parece de lo más normal y cotidiano: el mini frigorífico del back office que pierde agua, las cañerías que desprenden mal olor, el viejo encargado del bar que tiene por costumbre probar todas las bebidas de las estanterías (no vaya a ser que por error envenene a un cliente), el continuo desfile a dentro y a fuera de señoritas de moral dudosa y falda aún más corta... Todo empieza a perder la capacidad de sorprenderte.

Otro ejemplo, la 415. Cuarta planta, tercera habitación a la izquierda del pasillo de la derecha. Una habitación doble de dos camas como las otras sesenta del hotel. Eso en cuanto a la habitación, pero no en lo referente a sus ocupantes habituales. Reconozco que la primera vez que las vi a las dos, una rubia y la otra morena, me sorprendí a mi mismo adivinando su profesión con la más absoluta de las indiferencias. Pensé “vaya, otro par de putas en el hotel” con la misma emoción que emplearía al decir que todo ser humano tiene pancreas. Así es como te cambia la noche, te transforma en un telespectador mínimamente interactivo. No recuerdo el nombre de la morena (algún nombre tremendamente común de Europa del este) pero se que la rubia se llamaba Davyzsha. Lo sé porque ella me lo dijo. Supongo que el ir y venir de cada noche, el “hola” y “adiós” que automáticamente suelta un recepcionista al ver pasar un cliente, el cruce de miradas, primero esquivas y asustadizas y luego medianamente amables y cercanas... no sé, el caso es que después de unas cuantas semanas ya eran de la casa, como cualquiera de nosotros (además, en el fondo ¿no somos todos los que trabajamos en esto un poco prostitutas?). No se puede decir que Davyzsha fuera especialmente guapa aunque sí resultaba algo atractiva. Quizás demasiado delgada para mi gusto pero en general su pelo rubio corto, sus ojos verdes y su estrecha figura resultaban agraciados a la vista

Supongo que las primeras conversaciones fueron las típicas: “qué tal día han tenido”, “parece que va a llover”, “¿han visto todo el revuelo que se ha montado con lo del partido contra el Manchester?”... hablaríamos un poco de todo; excepto de trabajo, claro. No, miento, me acuerdo que una vez, una de esas veces que está uno atendiendo a dos cosas a la vez, se acercó a saludarme y yo le respondí con una sonrisa mientra seguía revisando unos listados “sse te fé connteno hoy” me dijo. “Sí” respondí “es importante pasarlo bien en el trabajo”. Ella se quedó un momento callada y yo mientras tanto me puse colorado por la tontería que acababa de decir. ¿Y cuál crees que fué su respuesta? una risa. Sincera, simple, como cuando pillas un chiste que te hace gracia pero que no es suficiente como para una carcajada. Me sentí bastante aliviado, lo reconozco.

Pasaba el tiempo y la monotonía seguía campando a sus anchas por el hotel. A finales de agosto me acuerdo que Davyzsha empezó a rehuir el pasar cerca de la recepción o de cualquier persona que no fuera su compañera de habitación; “raro” pensé aunque sin mucha convicción; ni me paré a pensar en porqué la desconfianza y el temor de tiempo atrás habían vuelvo. A fin de cuentas sólo era un recepcionista, nada más; ni amigo y hermano.

Quizás la figura que no me acababa de encajar del todo en el cuadro de la habitación 415 era el único inquilino que no la utilizaba pero que sí la pagaba religiosamente cada primero de mes: su chulo. Un individuo alto, delgado, de tez morena, pelo corto y los ademanes que tendría un gran felino si derrepente se transformara en humano: indiferentes, un punto distantes pero que en el fondo notas que no te encuentras del todo seguro cerca de él. De este sí que no me acuerdo de su nombre aunque si lo viera seguro que lo recordaría. Su nombre sonaba a algo del este pero debía estar en España desde hace bastante tiempo porque hablaba muy bien y casi sin acento reconocible. Pasaba al menos una vez a la semana (supongo que a ver como iba todo) aunque nunca se paraba en la recepción: entraba, saludaba sin detenerse y se metía en el ascensor; unos veinte minutos más tarde volvía a bajar.

Me acuerdo de la primera y única vez que el chulo de la 415 habló conmigo; fue una noche de fin de semana a eso de las 4 de la madrugada. Como siempre, había llegado, andado hacia los ascensores sin detenerse y subido al sexto. Hasta ahí todo normal. Estaba ensimismado ordenando unos informes cuando de repente me di cuenta que había una figura enfrente de mi; me gustaría decir que fui todo entereza pero en salto que pegué por el susto debió ser considerable. Sí, lo has adivinado, era él. No me acuerdo de sus palabras exactas pero sería algo así:

-Hazme la cuenta que tengo que irme.

-Vaya, ¿deja ya el hotel? (obviamente, pero no se me ocurria nada mejor que decir)

-Sí, me ha surgido un asunto urgente en Amsterdam y tengo que dejar la ciudad.

Le entrego la cuenta; sin mirarla saca un fajo de billetes y lanza dos de 500 euros al mostrador.

-Redondea a 400 y quédate el cambio. No tengo sitio para chatarra.

-Gracias (le digo extrañado y poco convencido)

Cojo la factura para doblársela cuando se da la vuelta para irse

-¿No quiere la factura?

Se para, gira la cabeza y me mira de una manera terriblemente intranquilizadora; por un momento me sentí como se debe sentir una gacela a la que una leona está agarrando del cuello: débil, aterrado y con la certeza de que la muerte se acerca. Pasaron tres segundos como tres eternidades.

-No me sirve de nada. Adiós.

No pude decir ni palabra durante los siguientes cinco minutos.

Día siguiente. Llego al hotel como cada tarde, me cambio sin prisas y me dirijo al back office de recepción; hasta aquí todo normal. No reconozco a dos de las tres figuras que allí me encuentro. La tercera era de sobra conocida: mi jefe; las otras dos más bien tenían pinta de haber salido de algún astillero de la zona franca. “¿Es él?” dice el más alto con una voz seca y grave. “sí” asiente el jefe de recepción; me acuerdo que sentí desconcertado por toda la tensión que había en esa simple palabra. El individuo más alto me volvió a mirar mientras se giraba.

Buenas tardes, soy el teniente Garcia de la policía nacional. Necesito que conteste unas preguntas”.

Claro” respondí mecánicamente.

El detective sacó una gastada libreta del abrigo. “¿Estaba usted aquí en recepción ayer noche sobre las cuatro de la madrugada?”

Sí, como cada día” contesté

¿Recuerda haber visto a...cómo se llamaba... Vladimir Nikolaievitch?”

¿A quién?”

el de la 415” dijo casi titubenate mi jefe

ah, sí, el caballero de la 415. Sí, ayer pasó por recepción a pagar la cuenta y despedirse” dije con cierta perplejidad

¿Recuerda si mencionó a donde iba?”

Pues ahora mismo... sí... creo que dijo algo de tomar un avión a Holanda o algo así”

Entiendo. Bien, ya nos volveremos a poner en contacto con usted. Mientras tanto manténgase localizable y no salga de la ciudad en las próximas semanas”

¿Porqué? ¿qué ha pasado? ¿a qué viene esto?”

Pero no tuve contestación a mis preguntas; no en ese preciso momento pero sí unos minutos después de boca del jefe de recepción. Entonces fue cuando supe qué era lo que transportaba la camilla tapada que dos miembros del SAMUR estaban sacando del hotel; días después también el porqué de lo que sucedió y hasta el día que lo cojan, el porqué no podré conciliar el sueño en paz.


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1:32 p. m.

¿Verdad o mentira?

Y antes de preguntar, recordad que "no está muerto aquello que puede yacer eternamente..."

:P    



9:29 a. m.

Voy a decir que es verdad y solamente porque el equivoco del los cuartos y sus numeros lo que significa que de ser verdad tuviste que pensar en un numero diferente....Me gusto mucho!!
Caray ahora si estoy muy muy feliz gracias gracias por dar muestras de vida!!

JESUS ANTONIO    



9:50 a. m.

ups, vaya, me olvidé de revisar el texto antes de publicarlo; cierto, hay un lío de números que, paradójicamente, hace que la historia cambie completamente... dejaré que el resto de la gente lo lea así y dentro de unos días lo corrijo y lo pongo como debería ser.

Por cierto J.A. tienes razón, hay algo de verdad en todo esto aunque tendrás que esperar para que lo explique, jeje :)    



4:18 p. m.

c:/ una planta colágena    



4:13 p. m.

Obviando lo de los números me parece demasiado teatral. Con el típico poli amargado que no responde y su libreta gastada. No creo que esas partes sean verdad.

Además un único agente en caso de asesinato me parece poco.

Y que no vuelvas a pegar ojo no me casa mucho contigo.

Por todos estos motivos sólo puedo decir ¿verdad?

PD: Me alegra mucho leerte. ya temía yo por el futuro de este blog.

posted by kuching    



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